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Ya publicamos el prólogo de Borges hacia un joven Cortázar. Continuamos con algunos de ellos porque son verdaderamente iluminados. La selección de los títulos estuvo a cargo de Borges: debía llegar a cien pero llegó a escribir sesenta y cuatro prólogos, pues su muerte impidió que la colección prevista se completara. En esta oportunidad, el maestro presenta a un Poe desvalido, como lo fue, intenso, refiriendo a su muerte como analogía de su obra y su vida: todo envuelto en un halo de lobreguez que lo acompañó desde sus primeros días.
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Cuentos de Edgar Allan Poe
La literatura actual es inconcebible sin Whitman y sin Poe.
Nos resulta difícil imaginar a dos personas más diversas, salvo que cada hombre es diverso. Edgar Poe nació en 1809 en Boston, ciudad de la que abominaría después. Huérfano a los dos años, fue adoptado por un comerciante, el señor Allan, cuyo apellido fue su segundo nombre. Se crió en Virginia y se supo siempre del Sur. Se educó en Inglaterra.
Un monumento de su larga estadía en aquel país es la descripción de un colegio de tan curiosa arquitectura que uno no sabe nunca en qué piso está. En 1830 ingresó en la Academia Militar de West Point, de la que fue expulsado por su afición al juego y a la bebida. De índole agresiva y neurótica, fue sin embargo un firme trabajador y nos ha legado cinco generosos volúmenes de prosa y verso. En 1835 se casó con Virginia Clemm, que contaba trece años.
Como poeta, es menos apreciado en su patria que en las otras partes del mundo. Su célebre poema «The Bells» hizo que Emerson lo apodara the jingle man, el hombre del retintín. Se enemistó con todos sus colegas; absurdamente acusó de plagio a Longfellow. Cuando lo llamaron discípulo de los románticos alemanes, contestó: «El horror no llega de Alemania; llega del alma».
Siempre abundó en «sonora autolástima» y su estilo es interjectivo. Borracho, murió en la sala común de un hospital de Baltimore. En el delirio repitió las palabras que había puesto en boca de un marinero que murió, en uno de sus primeros relatos, en el confín del Polo Sur.
En 1849 el marinero y él murieron a un tiempo. Charles Baudelaire tradujo toda su obra al francés y le rezaba cada noche. Mallarmé le consagró un famoso soneto. De un solo cuento suyo que data de 1841, «The Murders in the Rue Morgue», que aparece en este volumen, procede todo el género policial: Robert Louis Stevenson, William Wilkie Collins, Arthur Conan Doyle, Gilbert Keith Chesterton, Nicholas Blake y tantos otros.
De su literatura fantástica recordemos «The Facts in the Case of Mr. Valdemar» «A Descent into the Maelström», «The Pit and the Pendulum», «Ms. Found in a Bottle» y «The Man of the Crowd» todos de inaudita invención.
En «The Philosophy of Composition» el gran romántico declara que la ejecución de un poema es una operación intelectual, no un don de la musa.


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