Oh la lá, Paris, Paris… Cinco sitios ineludibles para cuando llegamos a la ciudad de las luces. Corren ríos de literatura entre esas callecitas góticas, imponentes travesías que apuran visitas de rigor en la capital francesa. Café, croissant y a deshacer los pasos de quienes nos legaron una herencia cultural única.


Puente de las artes
Un puente peatonal con vistas a la Torre Eiffel y a la Île de la Cité, el Pont des arts está situado entre el Museo del Louvre y el Instituto de Francia. Nobleza obliga dirigirse Rayuela en mano y buscar a la Maga de Cortázar: “¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico”.


El museo Carnavalet
Ubicado en el barrio del Marais, el Museo Carnavalet tiene una pieza única: la reconstrucción de la habitación de Marcel Proust. El Museo adquirió los objetos que tenía Proust en sus últimas habitaciones, como la del Boulevard Hausseman, famosa por el aislamiento de corcho con que la forró para evitar el ajetreo de la calle. Viendo el pequeño camastro uno se pregunta si habrá sido arropado entre esas sábanas si el genio de Proust imaginó En busca del tiempo perdido, obra cumbre ala literatura del siglo XX. Maestro del impresionismo, Marcel Proust, tiene una impronta simbolista; esto es domina un tipo de descripción atomizada mientras que narrativamente recurre a una cadencia lenta, con párrafos largos y complejos; aunque su manera de abordar cualquier tema es siempre indirecta, en espiral.


Tumbas
Por supuesto no debemos olvidar las tumbas de nuestros escritores favoritos. Hay cuatro espacios que no pueden dejar de visitarse: el cementeterio de Montparnasse, por ejemplo, donde están enterrados Julio Cortázar, Guy de Maupassant, Marguerite Duras, Charles Baudelaire, Samuel Beckett y Carlos Fuentes, entre otros. El de Père-Lachaise, donde están Cyrano de Bergerac, Molière, Marcel Proust, Oscar Wilde, Miguel Ángel Asturias, Gertrude Stein, Colette, Guillaume Apollinaire y Honoré de Balzac. Otro cementerio: el de Montmartre. Ahí están Stendhal y Alejandro Dumas (el hijo, es decir, el autor de La dama de las camelias), donde también está enterrada Marie Duplessis, la cortesana de la que Dumas se enamoró y con la que se inspiró para escribir esta novela. Por último, en la cripta del Panteón, donde descansan en un lugar de honor las personalidades más glorificadas de la patria francesa, encontrarás compartiendo habitación las tumbas de Emile Zola, Alejandro Dumas (padre) y Victor Hugo.


Casa de Victor Hugo
Victor Hugo, como Charles Dickens, vivió en muchos lugares con lo cual se dificulta a veces seguirles el rastro. Pero la casa donde vivió durante 1832 y 1848 está situada en la Place des Vosges (el parque más antiguo de París, por cierto). En ella evocó su genio creador para decorarla y en ella también empezó Los miserables. El escritor Paul Meurice, amigo de Víctor Hugo, pidió al gobierno francés que adquiriera esta casa para crear el museo. hoy en día se conserva tal cual la habitó el autor que aún a día de hoy nos permite ver la casa de Victor Hugo como fue cuando vivía en ella el escritor.


Residencia de Honoré de Balzac
En el 47 de Rue Raynouard se escribió La comedia humana. De las varias residencias de Balzac, ésta es la única que se conserva y vivió ahí entre 1840 y 1847. Por supuesto es hoy un museo donde se puede visitar la casa, y ver las exposiciones que ahí abundan además de los objetos (como su escritorio) que fueron propiedad del novelista. Nota de color: también se puede apreciar la segunda puerta de la casa por la que Balzac, siempre endeudado, huía de sus acreedores.