Buscamos algunos libros de los tantos que marcó el músico como su lectura predilecta. Autores, ensayistas, diferentes obras y géneros han traspasado la vida de Bowie, quien tan bien hizo lo propio: entregar, trasladar su conocimiento a través del arte. Apenas un repaso de la importancia de un músico vanguardista que se adelantó a su tiempo.
POR LALA TOUTONIAN
Quizá haya sido David Bowie el último dandy de la música. Un referente cultural como pocos, ha inspirado vertientes artísticas según se asomara. Sus inquietudes lo llevaron a levantar la bandera de lo distinto. ¿La clave? La provocación. Su natural aptitud para la reinvención lo revelan un ser extraordinario, en el sentido de fuera de lo común. Sus constantes metamorfosis, nunca adaptaciones darwinísticas sino evolución en entender de elevación. Siempre estuvo un paso adelante, una vanguardia musical y estética. Un tipo sofisticado, elegante, multiamoroso, y culto. Bowie es hombre de libro en mano, no hay dudas. Simon Critchley, ensayista inglés, escribió Bowie (Sexto Piso), un ensayo filosófico sobre la obra del músico y hace un recorrido por su creación y dice que “lo que define realmente bien la música de Bowie es la experiencia del anhelo”. Critchley se sumerge en olas de la filosofía para sumergir y darle una presencia en la literatura, ese espacio del que el músico nunca se movió.
Seguimos de duelo. Su partida fue de los tragos más amargos del rock. Repasar sus lecturas es triste consuelo de acercamiento, leer las mismas páginas que él nos permitirá dejarlo partir. Saber que la ya casi no distopía de Orwell lo fascinó no es sorpresivo, pensemos en un disco con Hunky Dory, un álbum de ciencia ficción. Tampoco resulta raro que Marcus y Savage estuvieran entre sus autores de cabecera: nadie como él entiende de contracultura. Por supuesto leyó a Burguess, que es mucho más que el escritor de La naranja mecánica, fue un prolífico crítico literario, ensayista y compositor. Leyó a Hitchens y a la Paglia porque es lo que hay que hacer. A Amis, Bulgakov y Ewan porque también son claves a la hora de una formación literaria elevada, crítica, lúcida. Y radical. Esa provocación a la que referíamos al principio, ese enfrentamiento intelectual da muestra de una rotura, un desmembramiento de la estructura terminológica sobre las que se basó siempre la música. Para muestra, sus letras, esos poemas hechos canciones. Esas palabras utilizadas hay que tomarlas ponderadamente, como un carácter recurrente en el momento de las metáforas (Space Oddity como puntapié). Esa “experiencia del anhelo” de la que habla Critchley, el ansia misma de la maestría.
Aquí algunos de los títulos elegidos por el mismo músico:
1984, George Orwell
Lolita, Vladimir Nabokov
En el camino, Jack Kerouac
El gatopardo, Giuseppe Di Lampedusa
Billy Liar, Keith Waterhouse
El loro de Flaubert, Julian Barnes
Sexual Personae: Art and Decadence from Nefertiti to Emily Dickinson, Camille Paglia
La plenitud de Miss Jean Brodie, Muriel Spark
La breve y maravillosa vida de Oscar Wao, Junot Díaz
La costa de la utopía, Tom Stoppard
La invención de la juventud, Jon Savage
Ruido de fondo, Don DeLillo
Earthly Powers, Anthony Burgess
Entre las sábanas, Ian McEwan
El maestro y Margarita, Mikhail Bulgakov
Falsa identidad, Sarah Waters
El juicio de Henry Kissinger, Christopher Hitchens
Dinero, Martin Amis
La conjura de los necios, John Kennedy Toole
Mystery Train, Greil Marcus